miércoles, 28 de enero de 2009



No sabía cuanto tiempo llevaba ya allí, solo sabía que el tiempo había dejado de existir hacía mucho, cuando su cuerpo y su mente se habían concentrado solamente en sentir, el dolor de cada azote, en cada palabra susurrada a su oído, en el sonido de la respiración de él, en su olor, en el calor de sus manos cuando la acariciaba, estaba segura de que aunque la habitación hubiera estado llena de gente ella no lo hubiera notado, en su mente solo estaba él.

Sus manos volvieron a acariciarla, y ella se dejó mecer a su compás, recorría cada rincón, cada pliegue de su piel, deseaba poder devolvérselas una a una, pero no estaba segura si hacerlo o no, ¿Y si volvía a abofetearla?, decidió que merecía la pena arriesgarse si podía sentir el tacto de su piel aunque fuera solo una vez y alzó su mano acariciándole tímidamente uno de sus brazos, volvió a escuchar la risa apagada de él y como le decía que aún no, que tendría que hacer algo con esa impaciencia suya. Ella arqueó su espalda cuando la mano del hombre tomó literalmente por asalto su sexo, los gemidos se convirtieron en gritos cuando él le susurró al oído un suave “vamos mi perra, acaba para mi” y no pudo contenerse mas, se retorcía un poco mas a cada contracción de su cuerpo.

Aún tenía la respiración entrecortada por el placer concedido, cuando sintió el sexo de él rozándole los labios, los abrió y lo recibió dentro de ella, tan profundamente como fue capaz. saboreando cada centímetro de piel que le era permitido, él se separó lentamente, y volvió a reírse complacido al ver que ella intentaba seguirlo a ciegas, le dio un beso en los labios a la vez que separaba sus piernas y volvía a entrar dentro de ella, observando como se retorcía su cuerpo ante cada nueva embestida suya.

Ella sintió como él se tensaba de pronto y se dejaba caer sobre ella, sintiendo todo su peso, le dio un nuevo beso antes de separarse de ella y recostarse a su lado.
-”Puedes quitarte el pañuelo y decidir si quieres salir huyendo o quedarte, es la única decisión que te permitiré tomar” y volvió a reír con esa risa que ya era tan familiar para ella.

Se sentó en la cama y lentamente desanudó el pañuelo que cubría sus ojos, encontró menos luz de la que esperaba, así que le costó poco acostumbrarse a ella, giró la cabeza lentamente y le miró largo rato, y devolviéndole la sonrisa se acurrucó a su lado.¿huir?- pensó- ya puedes gritar cuanto quieras vocecilla pesada, para el caso que te voy a hacer......Como si alguna vez me lo hicieras....... -le pareció escuchar que le respondía la otra airada- y dejando escapar una carcajada apagada se acurrucó mas contra él.

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