martes, 20 de enero de 2009


#1
EL PARQUE
            La chica miró el parque, se veía oscuro y silencioso, se estremeció cuando una suave brisa hizo ondear la falda de su vestido, aún era frío pese a estar a principios de verano, se dio mentalmente ánimos y siguió caminando por uno de los senderos que lo cruzaban, solo se oía el sonido de sus tacones al pisar la fina gravilla, consultó el reloj, faltaban tan sólo cinco minutos para que dieran la una de la madrugada, Él estaría a punto de llegar a su casa, siempre era tan puntual, y se maldijo para sus adentros por que ella no estaría allí, por que le haría esperar una vez mas. Sacó el móvil de su bolso y escribió un mensaje rápido pidiéndole disculpas por el retraso, encendió un cigarrillo y apresuró el paso.
 
            Ya divisaba las luces de la calle del otro lado del parque, cuando notó que algo la agarraba del brazo tirando de ella hacia atrás, haciendo que perdiera el equilibrio y que un grito escapara entre sus labios, notó el calor de un cuerpo apretado contra su espalda, se retorció intentando escapar, pero un brazo ya la rodeaba con fuerza impidiendo cualquier movimiento, mientras que otra mano le tapaba la boca, presionando hasta casi cortarle la respiración.
 
            En breves segundos mil ideas pasaron por su cabeza, estaba asustada, sabía que Él no iría en su busca pues esperaba el retraso, ella misma le había avisado minutos antes, intentaba pensar en como escapar, el miedo se habría paso en su mente impidiéndole pensar con claridad, no sabía ya cuánto hacía que temblaba incontroladamente, ni cuándo sus piernas habían decidido dejar de aguantarla con seguridad. Notó otra mano, que desde atrás acariciaba un mechón de su pelo, apartándolo de su frente.
 
            Con una tela negra cubrieron sus ojos, dejándola sumida en la oscuridad total, y las manos del segundo hombre empezaron a recorrer suavemente sus piernas por debajo del vestido hasta llegar a su ropa interior, deslizándola hacia abajo. Intentó retorcerse de nuevo para escapar, pero una voz desconocida junto a su oído le susurró que se estuviera quieta o tendría que hacerle daño, y como para corroborar sus palabras las otras manos le arrancaron de un tirón la prenda. Totalmente fuera de si, las lágrimas comenzaron a empapar la tela que cubría sus ojos, notó como la mano que cubría su boca se retiraba y dejó escapar un débil por favor, pero no sirvió de nada, otras manos ya le estaban introduciendo su propia ropa interior en la boca y sellándola después con un trozo de cinta adhesiva.
 
            El hombre que la tenía sujeta empezó a andar lentamente arrastrándola con él, otras manos la sujetaron por delante y el de atrás se separó de ella, notó el rugoso tronco de un árbol en su espalda y cómo otras manos tiraban de las suyas hacia atrás, haciendo que lo rodeara con sus brazos, con mas cinta adhesiva sujetaron sus muñecas una contra la otra y con otras vueltas mas, sus tobillos contra el árbol, dejando sus piernas ligeramente abiertas.
 
            Los dos hombres se retiraron lentamente y oyó los pasos de uno alejarse por la gravilla del camino. El otro volvió a acercarse y comenzó a acariciar su cuerpo lentamente por encima del vestido. Rogaba interiormente por que alguien los viera, por que vinieran en su ayuda, pero solo escuchaba el desbocado latir de su corazón, haciéndola palpitar hasta las sienes y la entrecortada respiración del hombre junto a ella.
 
            Maldecía esas manos que la acariciaban sin permiso, que apretaban aquí y allá a su antojo, pellizcando partes sensibles de su cuerpo, que rasgaban su vestido hasta hacerlo caer a sus pies hecho jirones, dejándola completamente desnuda, indefensa y resignada a su suerte. Aún se retorció en un vano esfuerzo al notar los dientes que se clavaban en su cuello, en sus pechos, en sus piernas, alternando mordiscos y caricias cada vez mas rudas, que la hacían emitir sordos quejidos que no salían de su boca, unas manos que no dejaban de explorar sus rincones mas íntimos, introduciéndose en ella.
 
            No sabía cuanto tiempo llevaba así, ya no le importaba, su único deseo era que terminara de una vez. Y terminó, el hombre se alejó de ella igual que había llegado, se puso a su espalda y desató el paño que cubría sus ojos, cuando se atrevió a abrirlos le vio a Él, sentado cómodamente en el banco de piedra junto a la fuente, la miraba sonriente y asintió con la cabeza. Se levantó acercándose a ella, cogiendo su cara entre las manos le dio un beso, cortó la cinta que sujetaba sus muñecas y tobillos, la cubrió con su chaqueta y la abrazó suavemente contra él. Ella se acurrucó entre sus brazos, cerrando los ojos, dejando que su calor la envolviera, reconfortándola. Escuchó como le decía al oído, en un susurro, que no mirara al otro hombre, que no quería que supiera quien era, y ella no lo hizo, siguió con los ojos cerrados abrazada a Él, sintiéndose de nuevo en casa.

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