miércoles, 14 de enero de 2009

ESTATUA EN UN JARDIN


Contemplo desde mi ventana la negra noche sobre mi ciudad, iluminada de tanto en tanto por el fogonazo de un nuevo relámpago, miles de gotas de lluvia resbalan por el cristal, en una danza sinuosa y sin fin, puedo escuchar sus voces, como cantos de sirena, invitándome a acompañarlas en su eterna caída.

Hace horas que se hizo la oscuridad total, miro hacia atrás y observo el escritorio iluminado por una vela, las hojas esparcidas aquí y allá, unas en blanco, esperando que me decida a volver a ellas, otras arrugadas y olvidadas en un rincón, emborronadas y desechadas, me siento como un aprendiz de brujo, mezclando ingredientes al azar, intentando conseguir la pócima perfecta, escondido en un rincón del taller del alquimista.

Otro fogonazo reclama mi atención y puedo ver la pequeña estatua que hay en el jardín del ayuntamiento, medio destrozada por los juegos de los niños, pero erguida en su pedestal, sonrío ra mi y decido hacerle compañía en esa noche húmeda y fría, quien sabe, tal vez hoy se decida a contarme hacia donde miran sus ojos sin vida.

Bajo a la calle y dejo que la lluvia me cale por completo, me siento sobre el césped junto a ella y dejo que el olor a tierra mojada me lleve a otros lugares, tan lejanos, que sólo existen en mi mente, casi puedo escuchar a lo lejos los gritos de mi madre llamándome, amenazándome con mil cosas terribles, vuelvo a sentir el viejo pellizco en el estómago, el dulce regusto de la travesura, sonrío, esta noche me gustaría volver a ser el pequeño diablillo que jamás desapareció del todo.

Un suspiro escapa de mis labios, hoy, igual que siempre,te mantienes callada, sin contarme que es lo que ves más allá de los edificios grises de la ciudad.

Me quedo aquí, sentada a tus pies, dejando la lluvia caer sobre mi, esperando...................

Esperando quién sabe que.....................

Cierro mis ojos y dejo caer mi cabeza contra el frío pedestal de piedra, acariciándolo con mi mejilla empapada, dejando pasar por mis ojos cerrados mil vidas que jamás viví y de las que fui mudo testigo, igual que una estatua en un jardín.

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