viernes, 16 de enero de 2009

LADY



Cielo tapizado en nubes cobalto, derrama sus lágrimas, creando pequeños oasis de cristal en el asfalto, viento, suave brisa otoñal, meciendo en eterno compás las hojas de los árboles medio desnudos. Calles vacías, a lo lejos se oye el sonido adormecido de un antiguo campanario, medianoche en una ciudad perdida en un rincón del tiempo y del mundo. Cortinas que se cierran para ampararse del frío exterior.

Sentado cómodamente en el sofá de estilo inglés, vuelve a dejar su copa sobre la mesita auxiliar, da otra calada a su cigarro y expele el humo con gesto satisfecho, mira de reojo el libro que descansa medio olvidado al lado de la copa, sin decidirse a tomarlo de nuevo.

El sonido de unos golpes suaves en la puerta llama su atención, sin levantarse, con voz calmada autoriza a entrar al que espera afuera, la puerta se abre y aparece una mujer ataviada simplemente por una larga melena que termina a la altura de sus caderas, entre sus manos lleva una botella de fino cristal tallado, llena de líquido ambarino, cierra la puerta tras de si y se arrodilla con la cabeza erguida y la mirada posada en el suelo.

-”Disculpad mi Lord, la noche es fría y pensé que te apetecería un poco mas de licor.”

Con un leve gesto de la mano, él le indica que puede servírselo, ella se acerca con andar pausado y arrodillándose de nuevo, esta vez junto a sus pies, sirve un poco del licor de la botella en la copa y se la entrega.

-”Tienes razón Lady, la noche es fría, quédate conmigo un rato junto a la lumbre.”

Ella se recuesta en el suelo hecha un ovillo, besa suavemente uno a uno los pies del hombre, para recostar su cabeza sobre ellos, acariciando con su mejilla la suave piel de los zapatos.

Él vuelve a tomar el libro y comienza a leer en voz alta, a sus pies, ella da un dulces suspiro y cierra los ojos, dejándose mecer por la voz pausada del hombre.

Pasa el tiempo, aunque para ella no tienen importancia los minutos, nunca la ha tenido cuando se encuentra así ante él. Recuerda la primera vez que él le ordenó que estuviera así en su presencia, no, ordenar no era la palabra adecuada, él no necesitaba hacer tal cosa, le bastaba con pedir para que ella volara a complacerle, a veces aún no entendía esa necesidad que sentía, la habían educado desde niña para ser una buena esposa, pero no recordaba le comentara nada respecto a las prácticas de las que su marido gustaba, por mas que se alejara en sus recuerdos, tan sólo recordaba el silencio que siempre reinaba entre sus padres. Sonrió ante la idea de que eso ocurriera con ellos dos, no lo creía posible, él siempre le hablaba, le contaba historias de sus viajes antes de conocerla, o simplemente, como ahora, le leía en voz alta un libro. Levantó la mirada al dejar de escuchar sus palabras, y se encontró con sus ojos fijos en ella.

Notó como el rubor cubría sus mejillas, y posó una mano sobre una de ellas como al descuido, se incorporó un poco más -”¿Ocurre algo My Lord?

-”Nada, Lady, nada, sólo intentaba adivinar tus pensamientos, sonreías de una forma que estabas preciosa.”

y le dio un suave beso en una de sus manos, acariciando luego con la mejilla la misma. A su mente volvieron los comentarios de su hermana mayor, cuando su padre anunció al resto de la familia su decisión ante los pretendientes que llamaron a su puerta tras su baile de presentación, según ella, la iban a sacrificar con un “viejo”, así lo llamó, sonrió al recordarla, aquella muchacha siempre tenía algo que decir, a veces, había envidiado su carácter fuerte, ahora ya no lo hacía, simplemente adoraba a su esposo, no lo podía expresar de otra manera, era cierto que a veces, gustaba de practicar ciertos juegos, como él los llamaba, que hacían que las lágrimas fluyeran por sus mejillas, pero le bastaba con mirarle y todo se desvanecía, nada importaba. Él sólo tenía que mirarla y todo lo demás dejaba de existir, quedaba sumergida en la profundidad de sus ojos, unos ojos negros como el mar en una noche de invierno, sientes miedo ante su presencia, pero algo dentro de ti, hace que anheles sumergirte, dejarte mecer en su dulce vaivén.

Se sobresaltó al notar cómo él se levantaba del sillón, le siguió con la mirada hasta el armario de oscura caoba, guardián de secretos tan conocidos por ambos, cerró los ojos, no quería ver que había decidido utilizar con ella aquella noche, simplemente esperó sus instrucciones, siempre las había.

-”Lady, de rodillas sobre el sillón y abre bien las piernas, deseo que te muestres bien ante mi.”

Ella inclinó la cabeza y bajó los ojos al piso, lo que no evitó que viera la fusta descansando en las manos de su esposo, se dispuso tal y como le había ordenado, esperando el primer azote, dio un respingo al notar que la fusta acariciaba la cara interna de uno de sus muslos, el suave cuero casi le hacía cosquillas, tuvo que morderse los labios para no dejar escapar una carcajada, él seguía acariciándola suavemente, haciendo pasar la fusta por toda la zona, cambiando de uno a otro muslo, dando suaves golpecitos en su zona más íntima. No pudo evitar que sus labios la traicionaran con un gemido apenas susurrado, arqueando más la espalda, al notar como el contacto con el cuero se alejaba. Escuchó la risa maliciosa de él.

-”Tranquila Lady, todo llegará. Pero veo que sigues siendo una impaciente.”- y volvió a reír de esa forma que hacía que ella se estremeciera.

El primer azote fue más suave de lo que ella esperaba, no así el segundo. Uno tras otro fueron cayendo sobre su trasero, su espalda, sus muslos....... Ella mordía sus labios para no gritar, saboreando la sal de sus lágrimas, que ya corrían por sus mejillas, cayendo como gotas de rocío sobre sus pechos, sobre el sofá de piel, cómplice mudo de sus juegos. Acarició con sus dedos las tenues marcas que ella misma había dejado otras veces, cuando apretaba sus dientes contra el respaldo para que no la traicionara su propia voz. Si él supiera las veces que entraba allí, sola, durante sus ausencias, y se pasaba las horas acurrucada en él, acariciando esas mismas marcas, aspirando el aroma masculino atrapado en la piel, cuando hacía eso, casi podía sentir cómo si él estuviera ahí, abrazándola dulcemente. Sonrió para si misma, a pesar de las lágrimas, ese era su pequeño secreto.

Abrió los ojos nuevamente al notar cómo una mano tomaba su mentón y hacía que levantara la cabeza, le miró a los ojos, y su mar de invierno particular inundó todo su ser, todo dejó de tener importancia, el mundo, el dolor.... Hasta ella misma dejó de existir, cuándo él la tomó en sus brazos y la condujo al piso de arriba, para cumplir su promesa.

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