jueves, 15 de enero de 2009

DESEO Y VOLUNTAD


Oscuridad. Sumida en la oscuridad del refugio de sus párpados, cerrados firmemente, sabía que con sólo abrirlos, la luz inundaría sus pupilas, ahora dilatadas por las tinieblas, pero no deseaba abrirlos, no quería afrontar las miradas que notaba fijas en ella; los tenues murmullos dichos al oído, casi imperceptibles tras la suave música, que cada vez le parecía mas lejana. Era curioso, cuanto mas apagadas escuchaba las notas, mas fuertes eran los latidos de su corazón, notaba como galopaba desbocado dentro de su pecho, rebotando de una a otra pared, queriendo huir de su pequeña cárcel. Intentó concentrarse en pausar la respiración, en relajarse, en fingir una calma que no sentía. Era consciente, que si perdía el poco control que le quedaba sobre si misma, acabaría temblando como una hoja, y entonces, el presente ofrecido en sus manos caería al suelo. No, decididamente, no podía permitir que que nada mas lo tocara antes que Él.

Decidió huir con su mente, y regresó al rincón seguro de su habitación, donde guardaba sus pequeños secretos, pudo ver la pequeña cajita de madera, la abrió y contempló lo que había en ella, suavemente, acarició con la punta de los dedos el pequeño trozo de cuerda, una mínima porción de la que Él utilizara en una ocasión para adornar su cuerpo, suspiró al recordar la suave mordida de la cuerda al ser ajustada sobre su piel, el leve roce áspero al ser cruzada y anudada y volvió a sentir el dulce aleteo de una mariposa en su estómago, al recordar los momentos pasados frente al espejo, acariciando cada una de las rosadas líneas que quedaban al quitarlas. Tomó una pequeña porción de una vela verde, con la mecha ennegrecida por el fuego, la olió, y volvieron a su mente otros momentos, casi podía verle, de pie, junto a ella, dejando caer gota a gota sobre su cuerpo, mirándola como sólo Él sabía hacerlo. Abrió un pequeño pedazo de papel, una sonrisa se dibujó en sus labios al ver las tres perlas del mismo color que la vela, las había despegado de su piel y las mantenía allí protegidas, mudos testigos de su último encuentro.

Se alejó de allí tan rápido como había llegado, una mano la sujetaba firmemente del pelo, elevando su rostro, volvió a ser consciente de donde estaba, recordó la reunión de amigos tras la cena, en el local de costumbre, como había cruzado la sala con la firme determinación de no volverse a echar a atrás de nuevo, parándose tras Él, le llamó con voz firme por su nombre y como, al ver que se giraba, se arrodilló en mitad de la sala, extendiendo los brazos hacia Él con su pequeño presente en las manos.

-”Mirame”

Abrió sus ojos hasta encontrarse con los de Él, la luz la molestaba, pero era incapaz de apartar la mirada. Vio como tomaba la cinta negra y leía las palabras que ella misma había puesto allí, luego, mirándola fijamente le dijo:

-”¿Es lo que deseas?”

Ella asintió con una sonrisa en los labios. Él pasó la cinta alrededor de sus muñecas y le hizo un pequeño nudo.

-”Ahora quiero escucharlo de tus labios”

Tragó saliva y respiró hondo, aquel pequeño gesto había hecho que las mariposas volvieran a llenar su estómago.

-”Que tu voluntad sea mi deseo, pues tu deseo es ya mi única voluntad”

-”Entonces que así sea”

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