domingo, 18 de enero de 2009



“Me gustaría que escribieras un relato”. Que pocas y sencillas palabras y que aterradoras para mi en estos momentos, aquí, sentada frente al teclado, escribo y borro palabra tras palabra, frase tras frase, intentando hilvanar una historia que en mi mente da saltos, momentos que se entremezclan en una espiral sin fin de sensaciones, sabores y olores.

Cómo explicar con palabras los escalofríos que recorrían mi cuerpo cada vez que sus manos recorrían mi piel envolviéndola en suaves caricias, calmando con su calor el fuego que el cuero acababa de dejar en ella, su aliento en mi cuello al susurrarme al oído, las miradas que me decían más que las palabras.......

Cómo plasmar con unas letras, lo que hoy siento en mi estómago cuando me miro en el espejo y fijo mi vista en determinados puntos, en los que aún puede verse ligeramente su firma, la sonrisa que se forma en mis labios al pasar mis dedos por allí y notar la suave punzada de la piel todavía sensible a un simple roce.

Cómo hacer ver a otros ojos, lo que ven los míos cuando se cierran y las imágenes vuelven a mi, entremezcladas con el sabor de su piel y sus labios.

Cómo poner orden a las ideas, cuando mis propios recuerdos están desordenados, cuando el tiempo dejó de ser importante porque mi mente estaba ocupada en guardar celosamente cada sensación y cada recuerdo.
Cómo explicar, en definitiva, la canción que viene a mi memoria cada vez que recuerdo esa noche, jamás imaginé que la vieja canción de Loquillo, lamentándose borracho en el asiento de atrás de su Cádillac solitario. A los pies estaba mi ciudad, iluminada en la noche, reflejándose en una luna llena exultante, igual que en la canción, jamás la había visto así, y cuando me quedé callada mirando fijamente al horizonte y me preguntaste porqué sonreía, sólo se me ocurrió un tonto, “nada, cosas mías”.

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