sábado, 31 de enero de 2009

jueves, 29 de enero de 2009

miércoles, 28 de enero de 2009



No sabía cuanto tiempo llevaba ya allí, solo sabía que el tiempo había dejado de existir hacía mucho, cuando su cuerpo y su mente se habían concentrado solamente en sentir, el dolor de cada azote, en cada palabra susurrada a su oído, en el sonido de la respiración de él, en su olor, en el calor de sus manos cuando la acariciaba, estaba segura de que aunque la habitación hubiera estado llena de gente ella no lo hubiera notado, en su mente solo estaba él.

Sus manos volvieron a acariciarla, y ella se dejó mecer a su compás, recorría cada rincón, cada pliegue de su piel, deseaba poder devolvérselas una a una, pero no estaba segura si hacerlo o no, ¿Y si volvía a abofetearla?, decidió que merecía la pena arriesgarse si podía sentir el tacto de su piel aunque fuera solo una vez y alzó su mano acariciándole tímidamente uno de sus brazos, volvió a escuchar la risa apagada de él y como le decía que aún no, que tendría que hacer algo con esa impaciencia suya. Ella arqueó su espalda cuando la mano del hombre tomó literalmente por asalto su sexo, los gemidos se convirtieron en gritos cuando él le susurró al oído un suave “vamos mi perra, acaba para mi” y no pudo contenerse mas, se retorcía un poco mas a cada contracción de su cuerpo.

Aún tenía la respiración entrecortada por el placer concedido, cuando sintió el sexo de él rozándole los labios, los abrió y lo recibió dentro de ella, tan profundamente como fue capaz. saboreando cada centímetro de piel que le era permitido, él se separó lentamente, y volvió a reírse complacido al ver que ella intentaba seguirlo a ciegas, le dio un beso en los labios a la vez que separaba sus piernas y volvía a entrar dentro de ella, observando como se retorcía su cuerpo ante cada nueva embestida suya.

Ella sintió como él se tensaba de pronto y se dejaba caer sobre ella, sintiendo todo su peso, le dio un nuevo beso antes de separarse de ella y recostarse a su lado.
-”Puedes quitarte el pañuelo y decidir si quieres salir huyendo o quedarte, es la única decisión que te permitiré tomar” y volvió a reír con esa risa que ya era tan familiar para ella.

Se sentó en la cama y lentamente desanudó el pañuelo que cubría sus ojos, encontró menos luz de la que esperaba, así que le costó poco acostumbrarse a ella, giró la cabeza lentamente y le miró largo rato, y devolviéndole la sonrisa se acurrucó a su lado.¿huir?- pensó- ya puedes gritar cuanto quieras vocecilla pesada, para el caso que te voy a hacer......Como si alguna vez me lo hicieras....... -le pareció escuchar que le respondía la otra airada- y dejando escapar una carcajada apagada se acurrucó mas contra él.

martes, 27 de enero de 2009


Escuchó unos pasos al otro lado de la puerta que se acercaban, y como ésta se abría, agudizó aún mas el oído, pero solo podía escuchar el sonido de su propio corazón y la pesada de su vocecilla que le gritaba que saliera corriendo ahora que aún podía, pero no se movió, estaba clavada en el suelo, con las manos entrecruzadas a la espalda y la cabeza gacha, tal y como le habían indicado que debía estar. Notó el calor de una mano al tomar su mentón y hacer que levantara la cara, sin saber porque puso su mejor sonrisa.

-”Bienvenida, pasa”, su voz sonaba algo diferente que por teléfono, pero ella la reconoció de inmediato, se fue a levantar para entrar, pero un bofetón fuerte la detuvo en seco. -”¿Te dije acaso que te levantaras?, puedes seguirme sin hacerlo” Ella murmuró una disculpa y volvió a bajar la cabeza. Notó como la tomaba del pelo y tiraba de él, ella le siguió andando torpemente sobre sus rodillas y manos, no estaba acostumbrada a moverse así y mucho menos a paso rápido, se paró a escasos metros tan por sorpresa como había comenzado a caminar y ella chocó literalmente contra las piernas de él, escuchó la risa apagada y los pasos de él alejándose en la habitación, el ruido de la puerta al cerrarse a sus espaldas y luego nada, silencio, las ideas se agolpaban en su mente, ¿Que estaría haciendo?, intentaba imaginarse la escena desde fuera, como si no fuera con ella, ¿La estaría mirando recostado en la puerta? Por que estaba segura de que seguía allí, podía notarle a pesar de no verle, y lo que era peor en su mente ¿Y ahora que? Para ella era su primera vez y no tenía ni idea de lo que podía venir a continuación, se pasó la lengua por los labios, los notaba secos. Escuchó unos pasos al otro lado de la puerta que se acercaban, y como ésta se abría, agudizó aún mas el oído, pero solo podía escuchar el sonido de su propio corazón y la pesada de su vocecilla que le gritaba que saliera corriendo ahora que aún podía, pero no se movió, estaba clavada en el suelo, con las manos entrecruzadas a la espalda y la cabeza gacha, tal y como le habían indicado que debía estar. Notó el calor de una mano al tomar su mentón y hacer que levantara la cara, sin saber porque puso su mejor sonrisa.

Una mano la tomó nuevamente del pelo obligándole a echar la cabeza hacia atrás, notó el cálido aliento sobre su cuello, sus labios dejando un suave beso en él, y su voz, que en un susurro le preguntaba al oído si estaba bien, ella asintió levemente. Le indicó que podía levantarse y ponerse en pie, así lo hizo, entonces poniéndose tras ella, sus manos empezaron a acariciar sus brazos, pasó una mano por su cintura atraiéndola hacia si, mientras con la otra acariciaba su cuerpo por encima de las finas ropas veraniegas. Ella dejó caer su cabeza sobre el hombro masculino, ofreciendo de nuevo su cuello. Dio un pequeño respingo al notar como desabrochaba su falda y la dejaba caer al suelo, se sonrojó al recordar que no llevaba ropa interior, tal y como le había indicado él en su mensaje, pudo escuchar la aprobación de él junto a su oído, otro beso en su cuello, y los tirantes de la blusa cayeron por sus brazos, para reunirse ésta junto a la falda, en el suelo, a sus pies.

La alzó en brazos y la tumbó sobre la cama, boca abajo, unió sus muñecas con una cuerda y las amarró firmemente con un nudo, sus manos la acariciaban, recorría su cuerpo sin prisas, dando pequeños pellizcos aquí y allá, haciendo que se estremeciera a cada momento, entonces un azote fuerte hizo que su respiración se entrecortara, pero no dijo nada, dos, tres...........perdió la cuenta de cuantos azotes le había dado ya, solo notaba que la piel de sus nalgas ardía cada vez mas, se imaginó su piel enrojecida y un pequeño escalofrío de placer le recorrió la espalda, La voz de él junto a su oído, que le decía que descansarían un momento, que aún no había terminado con ella, luego el sonido de una cámara al hacer una foto, un pequeño recuerdo, lo llamó él.

lunes, 26 de enero de 2009


Mirando a través de la ventana del tren, veía el discurrir de campos cruzar veloces ante ella, tocó con la mano el libro abierto que descansaba en su regazo, sin ganas de volver a retomarlo, su pequeña voz interior, esa que siempre le hablaba y que ella, para no variar, ignoraba casi siempre, la estaba machacando una y otra vez durante las casi tres horas que duraba ya el trayecto, que si era una inconsciente, que si parecía mentira a su edad tan poco sentido común y lindezas semejantes. Suspiró una vez mas y se alisó el pelo con la mano, intentando alejar la dichosa voz de su mente, le dijo claramente que ya estaba decidido y que no la quería escuchar mas.

Abrió su bolso de mano y sacando un espejito de dentro, se arregló el maquillaje una vez mas, cogió el móvil y leyó de nuevo el mensaje que él le había mandado horas antes, cuando ella le notificó la hora aproximada de llegada. Tan sólo unas pocas instrucciones de cómo llegar al hotel, el número de habitación y lo que debía hacer al estar frente a la puerta de la misma. Se removió inquiera en su asiento, y guardándolo todo dentro del bolso nuevamente, miró a su alrededor, observando las caras de los que eran sus compañeros casuales de viaje, él le había dicho que a lo mejor estaría con ella en el tren, o tal vez no, ¿Cómo saberlo? No había visto ni siquiera una foto suya, solo conocía de él su voz al teléfono y lo que le escribía a través de la red, en las interminables charlas que tenían cada noche desde que sus caminos se cruzaron, solo sabía lo que él le había querido contar en ellas, aún así, aceptó la propuesta que le hiciera una semana antes. Quería verla, pero solo bajo sus condiciones, que ella lo viera a él o no, ya lo decidiría en su momento. Y allí estaba ella, sentada en un vagón de tren camino de Madrid, sin nada mas que unas instrucciones en un mensaje de móvil.

En el altavoz anunciaron la llegada a la ciudad en un minuto y ella se dispuso a prepararse, para lo que su vocecilla llamaba, la mayor tontería que había hecho jamás.

Salió de la estación y cogió un taxi, le dio la dirección al conductor, se distrajo mirando las calles soleadas de aquel día de verano, que para bien o para mal, no creía que pudiera olvidar fácilmente. El conductor tuvo que decirle dos veces que habían llegado, le abonó la carrera y se bajó del coche, miró el alto edificio de estilo modernista, y dando otro suspiro para darse ánimos entró en él, tal como le habían dicho, al identificarse en el mostrador de recepción, le entregaron una llave, se dirigió a los ascensores y una vez dentro pulsó el botón del tercer piso, tan solo al salir ya vio la puerta con el número al que debía ir, se dirigió decidida a la puerta.

Una vez ante ella, dejó su bolso en el suelo, junto a la pequeña bolsa de viaje, sacó de ella un pañuelo negro con el que se vendó los ojos, se puso de rodillas ante la puerta y llamó con los nudillos en ella.

domingo, 25 de enero de 2009

POEMA Nº 10


Esclava mía, témeme. Ámame. Esclava mía!
Soy contigo el ocaso mas vasto de mi cielo,
y en él despunta mi alma como una estrella fría.
Cuando en ti se alejan vuelven a mi mis pasos.
Mi propio latigazo cae sobre mi vida.
Eres lo que está dentro de mi y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mi, pero dónde? Lejos, lo que está lejos.
Y se que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz mas allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.

PABLO NERUDA

Es un poema que siempre me ha gustado, desde que lo descubrí en un trabajo de literatura, allá por el pleistoceno por lo menos, cuando ni sabía el significado que escondían muchas de las palabras que contiene.

sábado, 24 de enero de 2009


Tuyo es mi pensamiento,
cuando de noche, oculta entre las sombras,
mi voz en él, una y mil veces te nombra.

Tuyos son mis ojos,
por que mis pupilas te fijan en mi pensamiento,
y cada día, tu imagen allí retenida, me da fuerza y aliento.

Tuya es mi boca,
que sedienta de ti, por un desierto vaga en pena,
y solo bebiendo del oasis de tus labios, descansa llena.

Tuyas son mis manos,
que a tientas, como un ciego, te buscan en la noche oscura,
y solo cuando entre las tuyas se encuentran, me siento segura.

Tuyo es todo mi ser,
que vuela hacia ti, cada noche durante el sueño,
por que no hay luz ni noche, si no eres mi dueño.

viernes, 23 de enero de 2009

jueves, 22 de enero de 2009

HOY ESTOY CON EL "ROMANTICO" SUBIDO


Quisiera ser como el viento,
volverme huracán y colarme entre en tus ropas,
susurrarte al oído un dulce cuento,
que hiciera inflamar tus deseos como la estopa.

Quisiera ser como la noche oscura,
caminar silenciosa tras tus pasos,
conocer de tus labios la dulzura,
y olvidar uno a uno mis fracasos.

Quisiera llegar a ti envuelta en luz de luna,
y con sus rayos, forjar un espejo,
en donde guardar de tus ojos el reflejo,
como atesora un ávaro su fortuna.

miércoles, 21 de enero de 2009

MUÑECA EN UN BAUL


Atrás quedaron los días en los que la luz lo iluminaba todo, en los que las risas eran mi voz, en los que sus manos eran mi única compañía y su mirada fija en la mía todo cuanto deseaba ver. Otra vez sumida en la oscuridad, rota apenas por los débiles rayos de luz que se filtraban por las rendijas del viejo baúl y que se clavaban en mi como agujas, hiriéndome, recordándome sin piedad momentos pasados, en otro mundo tan cercano como distante, tan sólo al otro lado de las paredes de madera que ahora eran mi morada.

Intento tras intento, a cada cual mas vano, intentando mover un cuerpo que no me obedece, deseándome arrastrar hacia la luz y atisbar cualquier movimiento exterior, puedo escuchar las burlas de los demás juguetes que yacen olvidados varios centímetros por debajo de mi, oigo sus comentarios, riéndose de cada intento mio, cruzando apuestas entre ellos por ver cuanto tardaré en darme por vencida.

Atrás quedaron los días en los que la luz lo iluminaba todo, en los que las risas eran mi voz, en los que sus manos eran mi única compañía y su mirada fija en la mía todo cuanto deseaba ver, el tiempo ya era sólo una palabra sin sentido para mi, seguía inmóvil en el mismo sitio, esperando, esperando con la paciencia del que sabe que todo termina por llegar, con los ojos sin vida mirando fijos a la tapa del baúl, con la sonrisa pintada en los labios y los brazos tendidos ligeramente hacia arriba, aguardando, aguardándole, con la única esperanza de que algún día, él recordara el viejo baúl.

En mi mente, se repiten las mismas palabras una y otra vez como una letanía, como una oración a cualquier Dios que desee escucharme, “Algún día”, algún día me tomará de nuevo entre sus manos, la luz volverá a iluminarlo todo y la oscuridad dejará de existir, para ser un simple recuerdo lejano como un sueño.

martes, 20 de enero de 2009


#1
EL PARQUE
            La chica miró el parque, se veía oscuro y silencioso, se estremeció cuando una suave brisa hizo ondear la falda de su vestido, aún era frío pese a estar a principios de verano, se dio mentalmente ánimos y siguió caminando por uno de los senderos que lo cruzaban, solo se oía el sonido de sus tacones al pisar la fina gravilla, consultó el reloj, faltaban tan sólo cinco minutos para que dieran la una de la madrugada, Él estaría a punto de llegar a su casa, siempre era tan puntual, y se maldijo para sus adentros por que ella no estaría allí, por que le haría esperar una vez mas. Sacó el móvil de su bolso y escribió un mensaje rápido pidiéndole disculpas por el retraso, encendió un cigarrillo y apresuró el paso.
 
            Ya divisaba las luces de la calle del otro lado del parque, cuando notó que algo la agarraba del brazo tirando de ella hacia atrás, haciendo que perdiera el equilibrio y que un grito escapara entre sus labios, notó el calor de un cuerpo apretado contra su espalda, se retorció intentando escapar, pero un brazo ya la rodeaba con fuerza impidiendo cualquier movimiento, mientras que otra mano le tapaba la boca, presionando hasta casi cortarle la respiración.
 
            En breves segundos mil ideas pasaron por su cabeza, estaba asustada, sabía que Él no iría en su busca pues esperaba el retraso, ella misma le había avisado minutos antes, intentaba pensar en como escapar, el miedo se habría paso en su mente impidiéndole pensar con claridad, no sabía ya cuánto hacía que temblaba incontroladamente, ni cuándo sus piernas habían decidido dejar de aguantarla con seguridad. Notó otra mano, que desde atrás acariciaba un mechón de su pelo, apartándolo de su frente.
 
            Con una tela negra cubrieron sus ojos, dejándola sumida en la oscuridad total, y las manos del segundo hombre empezaron a recorrer suavemente sus piernas por debajo del vestido hasta llegar a su ropa interior, deslizándola hacia abajo. Intentó retorcerse de nuevo para escapar, pero una voz desconocida junto a su oído le susurró que se estuviera quieta o tendría que hacerle daño, y como para corroborar sus palabras las otras manos le arrancaron de un tirón la prenda. Totalmente fuera de si, las lágrimas comenzaron a empapar la tela que cubría sus ojos, notó como la mano que cubría su boca se retiraba y dejó escapar un débil por favor, pero no sirvió de nada, otras manos ya le estaban introduciendo su propia ropa interior en la boca y sellándola después con un trozo de cinta adhesiva.
 
            El hombre que la tenía sujeta empezó a andar lentamente arrastrándola con él, otras manos la sujetaron por delante y el de atrás se separó de ella, notó el rugoso tronco de un árbol en su espalda y cómo otras manos tiraban de las suyas hacia atrás, haciendo que lo rodeara con sus brazos, con mas cinta adhesiva sujetaron sus muñecas una contra la otra y con otras vueltas mas, sus tobillos contra el árbol, dejando sus piernas ligeramente abiertas.
 
            Los dos hombres se retiraron lentamente y oyó los pasos de uno alejarse por la gravilla del camino. El otro volvió a acercarse y comenzó a acariciar su cuerpo lentamente por encima del vestido. Rogaba interiormente por que alguien los viera, por que vinieran en su ayuda, pero solo escuchaba el desbocado latir de su corazón, haciéndola palpitar hasta las sienes y la entrecortada respiración del hombre junto a ella.
 
            Maldecía esas manos que la acariciaban sin permiso, que apretaban aquí y allá a su antojo, pellizcando partes sensibles de su cuerpo, que rasgaban su vestido hasta hacerlo caer a sus pies hecho jirones, dejándola completamente desnuda, indefensa y resignada a su suerte. Aún se retorció en un vano esfuerzo al notar los dientes que se clavaban en su cuello, en sus pechos, en sus piernas, alternando mordiscos y caricias cada vez mas rudas, que la hacían emitir sordos quejidos que no salían de su boca, unas manos que no dejaban de explorar sus rincones mas íntimos, introduciéndose en ella.
 
            No sabía cuanto tiempo llevaba así, ya no le importaba, su único deseo era que terminara de una vez. Y terminó, el hombre se alejó de ella igual que había llegado, se puso a su espalda y desató el paño que cubría sus ojos, cuando se atrevió a abrirlos le vio a Él, sentado cómodamente en el banco de piedra junto a la fuente, la miraba sonriente y asintió con la cabeza. Se levantó acercándose a ella, cogiendo su cara entre las manos le dio un beso, cortó la cinta que sujetaba sus muñecas y tobillos, la cubrió con su chaqueta y la abrazó suavemente contra él. Ella se acurrucó entre sus brazos, cerrando los ojos, dejando que su calor la envolviera, reconfortándola. Escuchó como le decía al oído, en un susurro, que no mirara al otro hombre, que no quería que supiera quien era, y ella no lo hizo, siguió con los ojos cerrados abrazada a Él, sintiéndose de nuevo en casa.

domingo, 18 de enero de 2009



Con la mirada perdida en un horizonte indefinido, miraba distraidamente el discurrir monótono de edificios grises, calle tras calle, apenas eran diferentes una de otras, unas, estrechas, en semipenumbra, daban paso a una gran avenida iluminada con grandes farolas. Se arrellanó un poco mas en el asiento del taxi, cruzando distraidamente sus piernas, sin importarle que la escueta falda dejara poco a la imaginación del conductor que la miraba de hito en hito desde el espejo retrovisor del coche.

Un suave suspiro escapó de sus labios al releer de nuevo el pequeño papelito arrugado y desarrugado, ya no sabía cuantas veces esa misma noche, a su mente volvieron las imágenes de apenas unas horas antes, cuándo al salir del trabajo se fue con un par de compañeras a tomar algo a la pequeña cafetería, antes de volver a casa. Le pareció ver por el rabillo del ojo una figura conocida, y giró la cabeza hasta que se encontró con aquella mirada seria dirigida directamente a ella, le dirigió una de sus mejores sonrisas al reconocerle, pero él se limitó a girar la cabeza hacia su interlocutor y a seguir bromeando con él como si no la hubiera visto. Intentó sin éxito seguir la conversación de sus compañeras, los ojos traicionaban una y otra vez a su mente volviendo disimuladamente al lugar donde se encontraba el hombre, ni una sola vez volvieron a cruzarse sus miradas.

Estaba terminado de reunir el valor que le quedaba para levantarse, plantarse delante de la mesa y saludarle directamente, a ver si todavía seguía ignorándola de la misma manera, buscando una escusa mínimamente creíble con que abordarle, cuando vio que se levantaba y se dirigía a la barra del local, abonaba su cuenta y salía por la puerta sin dirigirle una sola mirada.

Se concentró en el café, mirando su reflejo distorsionado en el negro líquido, cuando el camarero hizo ademán de retirarle la taza, alzó la mirada y se encontró con la sonrisa del muchacho, que le decía amablemente que el caballero que acababa de salir la invitaba a otro café, por que estaba seguro que el que tenía ya estaba frío. Permitió que le cambiaran el servicio con un suspiro y se dispuso a tomar su nueva bebida, casi se le cae de entre los dedos al ver el papelito que se escondía entre el platillo y la taza.

Arrugó de nuevo el papel en la palma de su mano, una simple dirección escrita en tinta negra, una hora de encuentro y un escueto: “Se puntual, no pienso esperarte”. Volvió a mirar a través de la ventanilla del coche distraidamente, cuando este paró junto a una de las aceras, abonó la carrera y se dirigió presurosa hacia el lugar indicado, mirando su reloj nerviosa, llegaba tres minutos tarde y sabía que no la esperaría.

Llegó al fin a la dirección y distinguió la luz que iluminaba la puerta flanqueada por una reja de hierro, forjado en caprichosas formas, se quedó ante la puerta sin saber que hacer, si llamar y entrar para esperar dentro o quedarse en la acera esperando su llegada.

Decidiendo aún que hacer, oyó la voz conocida a su espalda, que le espetaba un seco:-”Llegas tarde”. Se giró comenzando una disculpa que murió en sus labios al verle indolentemente recostado contra la pared, haciéndole señas con la mano de que se acercara. Se quedó plantada ante él, callada, mirando la punta de sus zapatos.

Notó su mano tomándola del pelo bruscamente y empujándola contra la pared, aplastando contra ella sus pechos y su cara, sintiendo el frío de la piedra en su piel. Otro tajante:-”No te muevas”.Sintió que llevaban sus muñecas a la espalda y el conocido roce de una cuerda inmovilizándolas allí, un escalofrío le recorrió la espalda al notar el tibio aliento sobre su cuello desnudo en una muda caricia, al notar sus manos ardientes, recorriendo cada centímetro de piel expuesta, subiendo lentamente por sus piernas, enfundadas en finas medias negras. Se sobresaltó al notar sobre su cadera el frío inesperado de una hoja de metal, acariciando la piel suavemente, en movimientos lentos y calculados, cerró los ojos al notar como cortaba una a una las finas tiras del tanga que apenas lograba cubrirla, entreteniéndose en formas dibujos imaginarios sobre su piel en el camino de una a la otra. Un beso apenas rozándole la nuca le hizo comprender que él estaba satisfecho. La afilada navaja recorrió sus brazos lentamente hacia arriba, terminando de la misma manera con las tiras de su sujetador, una a una, dibujando nuevas formas sobre su espalda.

Un:”Vamos” la sacó de sus pensamientos, buscando su mirada por primera vez en la noche, desviándola hacia la puerta cerrada,-”¿En serio pensaba hacerla entrar así en aquel lugar?”. Él pareció leer sus pensamientos y le susurró al oído:-”Elige, o entras por tu pie, o entrarás de todas formas no me importa como. ¿Y bien?”. Ella bajó nuevamente la mirada y asintió sin medir palabra, dejándose guiar hasta la puerta de entrada. No quiso levantar los ojos cuando abrieron la puerta, musitó un apenas audible “Buenas noches” al cruzarla, no quería ver las miradas que intuía que se posarían en ella al verla entrar así, prefería no ver. La guiaron por la sala, él se sentó en un mullido sofá y le indicó que se sentara en el suelo junto a sus pies. Dudó por un momento, pero así lo hizo.

Llevaba un rato, sintiendo su cara arder, imaginando lo que podía pasar a su alrededor, sin atreverse a levantar la mirada, cuando le pareció escuchar un firme taconeo sobre el piso, seguido de un suave tintineo, “¿Cascabeles?” pensó, alzó ligeramente la mirada y vio a una mujer completamente vestida de negro, caminando con paso seguro por la sala, tras ella, caminando de rodillas, una chica morena, totalmente desnuda, sólo adornada con un collar rojo al cuello, con una correa del mismo color, sujetada firmemente por la mano de la mujer, la miró y con una dulce sonrisa le guiñó un ojo al pasar frente a ella. Alzó de nuevo la mirada y se encontró con otra que le correspondía divertida. Él, inclinándose levemente para acariciarle el pelo, le susurró:-”Dónde creías que te había llevado?”y volviéndose a recostar en el sofá, dejó escapar una suave risa.


“Me gustaría que escribieras un relato”. Que pocas y sencillas palabras y que aterradoras para mi en estos momentos, aquí, sentada frente al teclado, escribo y borro palabra tras palabra, frase tras frase, intentando hilvanar una historia que en mi mente da saltos, momentos que se entremezclan en una espiral sin fin de sensaciones, sabores y olores.

Cómo explicar con palabras los escalofríos que recorrían mi cuerpo cada vez que sus manos recorrían mi piel envolviéndola en suaves caricias, calmando con su calor el fuego que el cuero acababa de dejar en ella, su aliento en mi cuello al susurrarme al oído, las miradas que me decían más que las palabras.......

Cómo plasmar con unas letras, lo que hoy siento en mi estómago cuando me miro en el espejo y fijo mi vista en determinados puntos, en los que aún puede verse ligeramente su firma, la sonrisa que se forma en mis labios al pasar mis dedos por allí y notar la suave punzada de la piel todavía sensible a un simple roce.

Cómo hacer ver a otros ojos, lo que ven los míos cuando se cierran y las imágenes vuelven a mi, entremezcladas con el sabor de su piel y sus labios.

Cómo poner orden a las ideas, cuando mis propios recuerdos están desordenados, cuando el tiempo dejó de ser importante porque mi mente estaba ocupada en guardar celosamente cada sensación y cada recuerdo.
Cómo explicar, en definitiva, la canción que viene a mi memoria cada vez que recuerdo esa noche, jamás imaginé que la vieja canción de Loquillo, lamentándose borracho en el asiento de atrás de su Cádillac solitario. A los pies estaba mi ciudad, iluminada en la noche, reflejándose en una luna llena exultante, igual que en la canción, jamás la había visto así, y cuando me quedé callada mirando fijamente al horizonte y me preguntaste porqué sonreía, sólo se me ocurrió un tonto, “nada, cosas mías”.

viernes, 16 de enero de 2009

LADY



Cielo tapizado en nubes cobalto, derrama sus lágrimas, creando pequeños oasis de cristal en el asfalto, viento, suave brisa otoñal, meciendo en eterno compás las hojas de los árboles medio desnudos. Calles vacías, a lo lejos se oye el sonido adormecido de un antiguo campanario, medianoche en una ciudad perdida en un rincón del tiempo y del mundo. Cortinas que se cierran para ampararse del frío exterior.

Sentado cómodamente en el sofá de estilo inglés, vuelve a dejar su copa sobre la mesita auxiliar, da otra calada a su cigarro y expele el humo con gesto satisfecho, mira de reojo el libro que descansa medio olvidado al lado de la copa, sin decidirse a tomarlo de nuevo.

El sonido de unos golpes suaves en la puerta llama su atención, sin levantarse, con voz calmada autoriza a entrar al que espera afuera, la puerta se abre y aparece una mujer ataviada simplemente por una larga melena que termina a la altura de sus caderas, entre sus manos lleva una botella de fino cristal tallado, llena de líquido ambarino, cierra la puerta tras de si y se arrodilla con la cabeza erguida y la mirada posada en el suelo.

-”Disculpad mi Lord, la noche es fría y pensé que te apetecería un poco mas de licor.”

Con un leve gesto de la mano, él le indica que puede servírselo, ella se acerca con andar pausado y arrodillándose de nuevo, esta vez junto a sus pies, sirve un poco del licor de la botella en la copa y se la entrega.

-”Tienes razón Lady, la noche es fría, quédate conmigo un rato junto a la lumbre.”

Ella se recuesta en el suelo hecha un ovillo, besa suavemente uno a uno los pies del hombre, para recostar su cabeza sobre ellos, acariciando con su mejilla la suave piel de los zapatos.

Él vuelve a tomar el libro y comienza a leer en voz alta, a sus pies, ella da un dulces suspiro y cierra los ojos, dejándose mecer por la voz pausada del hombre.

Pasa el tiempo, aunque para ella no tienen importancia los minutos, nunca la ha tenido cuando se encuentra así ante él. Recuerda la primera vez que él le ordenó que estuviera así en su presencia, no, ordenar no era la palabra adecuada, él no necesitaba hacer tal cosa, le bastaba con pedir para que ella volara a complacerle, a veces aún no entendía esa necesidad que sentía, la habían educado desde niña para ser una buena esposa, pero no recordaba le comentara nada respecto a las prácticas de las que su marido gustaba, por mas que se alejara en sus recuerdos, tan sólo recordaba el silencio que siempre reinaba entre sus padres. Sonrió ante la idea de que eso ocurriera con ellos dos, no lo creía posible, él siempre le hablaba, le contaba historias de sus viajes antes de conocerla, o simplemente, como ahora, le leía en voz alta un libro. Levantó la mirada al dejar de escuchar sus palabras, y se encontró con sus ojos fijos en ella.

Notó como el rubor cubría sus mejillas, y posó una mano sobre una de ellas como al descuido, se incorporó un poco más -”¿Ocurre algo My Lord?

-”Nada, Lady, nada, sólo intentaba adivinar tus pensamientos, sonreías de una forma que estabas preciosa.”

y le dio un suave beso en una de sus manos, acariciando luego con la mejilla la misma. A su mente volvieron los comentarios de su hermana mayor, cuando su padre anunció al resto de la familia su decisión ante los pretendientes que llamaron a su puerta tras su baile de presentación, según ella, la iban a sacrificar con un “viejo”, así lo llamó, sonrió al recordarla, aquella muchacha siempre tenía algo que decir, a veces, había envidiado su carácter fuerte, ahora ya no lo hacía, simplemente adoraba a su esposo, no lo podía expresar de otra manera, era cierto que a veces, gustaba de practicar ciertos juegos, como él los llamaba, que hacían que las lágrimas fluyeran por sus mejillas, pero le bastaba con mirarle y todo se desvanecía, nada importaba. Él sólo tenía que mirarla y todo lo demás dejaba de existir, quedaba sumergida en la profundidad de sus ojos, unos ojos negros como el mar en una noche de invierno, sientes miedo ante su presencia, pero algo dentro de ti, hace que anheles sumergirte, dejarte mecer en su dulce vaivén.

Se sobresaltó al notar cómo él se levantaba del sillón, le siguió con la mirada hasta el armario de oscura caoba, guardián de secretos tan conocidos por ambos, cerró los ojos, no quería ver que había decidido utilizar con ella aquella noche, simplemente esperó sus instrucciones, siempre las había.

-”Lady, de rodillas sobre el sillón y abre bien las piernas, deseo que te muestres bien ante mi.”

Ella inclinó la cabeza y bajó los ojos al piso, lo que no evitó que viera la fusta descansando en las manos de su esposo, se dispuso tal y como le había ordenado, esperando el primer azote, dio un respingo al notar que la fusta acariciaba la cara interna de uno de sus muslos, el suave cuero casi le hacía cosquillas, tuvo que morderse los labios para no dejar escapar una carcajada, él seguía acariciándola suavemente, haciendo pasar la fusta por toda la zona, cambiando de uno a otro muslo, dando suaves golpecitos en su zona más íntima. No pudo evitar que sus labios la traicionaran con un gemido apenas susurrado, arqueando más la espalda, al notar como el contacto con el cuero se alejaba. Escuchó la risa maliciosa de él.

-”Tranquila Lady, todo llegará. Pero veo que sigues siendo una impaciente.”- y volvió a reír de esa forma que hacía que ella se estremeciera.

El primer azote fue más suave de lo que ella esperaba, no así el segundo. Uno tras otro fueron cayendo sobre su trasero, su espalda, sus muslos....... Ella mordía sus labios para no gritar, saboreando la sal de sus lágrimas, que ya corrían por sus mejillas, cayendo como gotas de rocío sobre sus pechos, sobre el sofá de piel, cómplice mudo de sus juegos. Acarició con sus dedos las tenues marcas que ella misma había dejado otras veces, cuando apretaba sus dientes contra el respaldo para que no la traicionara su propia voz. Si él supiera las veces que entraba allí, sola, durante sus ausencias, y se pasaba las horas acurrucada en él, acariciando esas mismas marcas, aspirando el aroma masculino atrapado en la piel, cuando hacía eso, casi podía sentir cómo si él estuviera ahí, abrazándola dulcemente. Sonrió para si misma, a pesar de las lágrimas, ese era su pequeño secreto.

Abrió los ojos nuevamente al notar cómo una mano tomaba su mentón y hacía que levantara la cabeza, le miró a los ojos, y su mar de invierno particular inundó todo su ser, todo dejó de tener importancia, el mundo, el dolor.... Hasta ella misma dejó de existir, cuándo él la tomó en sus brazos y la condujo al piso de arriba, para cumplir su promesa.

jueves, 15 de enero de 2009

DESEO Y VOLUNTAD


Oscuridad. Sumida en la oscuridad del refugio de sus párpados, cerrados firmemente, sabía que con sólo abrirlos, la luz inundaría sus pupilas, ahora dilatadas por las tinieblas, pero no deseaba abrirlos, no quería afrontar las miradas que notaba fijas en ella; los tenues murmullos dichos al oído, casi imperceptibles tras la suave música, que cada vez le parecía mas lejana. Era curioso, cuanto mas apagadas escuchaba las notas, mas fuertes eran los latidos de su corazón, notaba como galopaba desbocado dentro de su pecho, rebotando de una a otra pared, queriendo huir de su pequeña cárcel. Intentó concentrarse en pausar la respiración, en relajarse, en fingir una calma que no sentía. Era consciente, que si perdía el poco control que le quedaba sobre si misma, acabaría temblando como una hoja, y entonces, el presente ofrecido en sus manos caería al suelo. No, decididamente, no podía permitir que que nada mas lo tocara antes que Él.

Decidió huir con su mente, y regresó al rincón seguro de su habitación, donde guardaba sus pequeños secretos, pudo ver la pequeña cajita de madera, la abrió y contempló lo que había en ella, suavemente, acarició con la punta de los dedos el pequeño trozo de cuerda, una mínima porción de la que Él utilizara en una ocasión para adornar su cuerpo, suspiró al recordar la suave mordida de la cuerda al ser ajustada sobre su piel, el leve roce áspero al ser cruzada y anudada y volvió a sentir el dulce aleteo de una mariposa en su estómago, al recordar los momentos pasados frente al espejo, acariciando cada una de las rosadas líneas que quedaban al quitarlas. Tomó una pequeña porción de una vela verde, con la mecha ennegrecida por el fuego, la olió, y volvieron a su mente otros momentos, casi podía verle, de pie, junto a ella, dejando caer gota a gota sobre su cuerpo, mirándola como sólo Él sabía hacerlo. Abrió un pequeño pedazo de papel, una sonrisa se dibujó en sus labios al ver las tres perlas del mismo color que la vela, las había despegado de su piel y las mantenía allí protegidas, mudos testigos de su último encuentro.

Se alejó de allí tan rápido como había llegado, una mano la sujetaba firmemente del pelo, elevando su rostro, volvió a ser consciente de donde estaba, recordó la reunión de amigos tras la cena, en el local de costumbre, como había cruzado la sala con la firme determinación de no volverse a echar a atrás de nuevo, parándose tras Él, le llamó con voz firme por su nombre y como, al ver que se giraba, se arrodilló en mitad de la sala, extendiendo los brazos hacia Él con su pequeño presente en las manos.

-”Mirame”

Abrió sus ojos hasta encontrarse con los de Él, la luz la molestaba, pero era incapaz de apartar la mirada. Vio como tomaba la cinta negra y leía las palabras que ella misma había puesto allí, luego, mirándola fijamente le dijo:

-”¿Es lo que deseas?”

Ella asintió con una sonrisa en los labios. Él pasó la cinta alrededor de sus muñecas y le hizo un pequeño nudo.

-”Ahora quiero escucharlo de tus labios”

Tragó saliva y respiró hondo, aquel pequeño gesto había hecho que las mariposas volvieran a llenar su estómago.

-”Que tu voluntad sea mi deseo, pues tu deseo es ya mi única voluntad”

-”Entonces que así sea”

miércoles, 14 de enero de 2009

HOY NO ES MI MEJOR NOCHE



Con la cabeza oculta entre mis brazos, sentada en un rincón oscuro, mi cuerpo desnudo acurrucado contra la pared fría, atormentada por mis recuerdos, por las horas que pasé a su lado, por su luz, por su alegría, alzo mis ojos cegados de lágrimas, sólo la oscuridad que me rodea se romper con la cálida llama de una vela, en su danza sin fin, voluptuosa me invita a observarla, me acerco gateando a ella y la miro de cerca, paso mis dedos acariciándola, pero no noto el calor esperado, de un manotazo la aparto y me salpican gotas de cera, la oigo rodar alejándose de mi, dejándome sumida en una oscuridad que amenaza con invadirme el alma, con llenar con su frío manto cada rincón bajo mi piel.

Escucho de nuevo esa voz, la que me dice que me levante, que empiece a andar de nuevo, no importa donde me lleven mis pasos, que cualquier sitio será mejor que esa mazmorra fría en la que encerré mi corazón.

Me quedo allí, luchando contra fantasmas invisibles que se ríen de mi, que me hieren y me despedazan con sus palabras afiladas como dagas, con la única defensa de mis manos que agito de tanto en tanto para apartarlos de mi, con la vana esperanza de que se lleven con ellos mis pensamientos mas tristes, aquellos que me llevan a ti.

Atrás quedaron las largas noches en vela pasadas a sus lado, el calor de sus manos calmando el fuego del cuero sobre mi piel, atrás quedaron las risas y también el llanto.

Aparto con mis manos el pelo de mi cara, mojado por las lágrimas que no han dejado de manar silenciosas, dejando estelas ardientes en mis mejillas, aún arrodillada me siento sobre mis pies, y me resigno a dejarme llevar por mi mal dando un suspiro, me rindo ante ellos que se lanzan sobre mi como aves carroñeras sedientas de sangre, espero paciente, vencida, a notar sus garras sobre mi, a dejarme despedazar sin piedad.

Alzo una mano, en un último intento de encontrar quien la tome, me haga levantar del frío suelo y disipe mis miedos en un fuerte abrazo, alejando mis fantasmas de mi, igual que se aleja el recuerdo de una pesadilla, pero cada vez los noto mas cerca, susurrándome al oído que yo misma apagué la llama que rompía la oscuridad.

ESTATUA EN UN JARDIN


Contemplo desde mi ventana la negra noche sobre mi ciudad, iluminada de tanto en tanto por el fogonazo de un nuevo relámpago, miles de gotas de lluvia resbalan por el cristal, en una danza sinuosa y sin fin, puedo escuchar sus voces, como cantos de sirena, invitándome a acompañarlas en su eterna caída.

Hace horas que se hizo la oscuridad total, miro hacia atrás y observo el escritorio iluminado por una vela, las hojas esparcidas aquí y allá, unas en blanco, esperando que me decida a volver a ellas, otras arrugadas y olvidadas en un rincón, emborronadas y desechadas, me siento como un aprendiz de brujo, mezclando ingredientes al azar, intentando conseguir la pócima perfecta, escondido en un rincón del taller del alquimista.

Otro fogonazo reclama mi atención y puedo ver la pequeña estatua que hay en el jardín del ayuntamiento, medio destrozada por los juegos de los niños, pero erguida en su pedestal, sonrío ra mi y decido hacerle compañía en esa noche húmeda y fría, quien sabe, tal vez hoy se decida a contarme hacia donde miran sus ojos sin vida.

Bajo a la calle y dejo que la lluvia me cale por completo, me siento sobre el césped junto a ella y dejo que el olor a tierra mojada me lleve a otros lugares, tan lejanos, que sólo existen en mi mente, casi puedo escuchar a lo lejos los gritos de mi madre llamándome, amenazándome con mil cosas terribles, vuelvo a sentir el viejo pellizco en el estómago, el dulce regusto de la travesura, sonrío, esta noche me gustaría volver a ser el pequeño diablillo que jamás desapareció del todo.

Un suspiro escapa de mis labios, hoy, igual que siempre,te mantienes callada, sin contarme que es lo que ves más allá de los edificios grises de la ciudad.

Me quedo aquí, sentada a tus pies, dejando la lluvia caer sobre mi, esperando...................

Esperando quién sabe que.....................

Cierro mis ojos y dejo caer mi cabeza contra el frío pedestal de piedra, acariciándolo con mi mejilla empapada, dejando pasar por mis ojos cerrados mil vidas que jamás viví y de las que fui mudo testigo, igual que una estatua en un jardín.

martes, 13 de enero de 2009

SUEÑOS


Que interminables los días sin él,
y como sierva devota y fiel,
anhela aún mas su presencia,
bajos los ojos, arrodillada en el suelo,
esperando paciente, siempre su cabeza baja,
esperando ansiosa de su cariño una migaja,
que rompa por siempre de su corazón el duelo.


Levanto la mirada de la pantalla, llevo mas de diez minutos releyendo una y otra vez el poema inconcluso, decido ir a la cocina a por un te y tomo la taza caliente entre mis manos, siento su calor en ellas e intento reconfortarme con su aroma, cierro los ojos y aspiro los vapores calientes, suspiro, vuelvo a releer el poema, no se como voy a terminarlo, decididamente hoy no estoy inspirada, vuelvo a cerrar los ojos y repito los mismos movimientos, como un ritual, pero a mi mente llegan otros aromas, otros momentos gravados en mi memoria, me dejo llevar por ellos, yua no es el te el que me da calor, sino sus manos sobre las mías, tan cálidas, que casi queman mi piel, tan suaves que el resto de mi cuerpo grita deseosos de notar su tacto, tan fuertes que no temo a nada cuando entre ellas me sostiene. La infusión ya no tiene aroma, para mi sólo esta el olor de su piel, indefinible, pero que reconocería entre una multitud.

Me dejo llevar por mis pensamientos, mi mente abandona mi cuerpo, vuelo lejos, muy lejos, a su lado, imagino que entro por su ventana, que me siento en el quicio, en silencio, respiro lentamente, no quiero hacer el mas mínimo ruido, nada que desvele sus sueños, le miro largo rato dormir, me gusta verle así, tan tranquilo y confiado, me pregunto que estará soñando, a que lugares le llevará su mente cuando es libre de las ataduras de la consciencia, me pregunto vanidosa si tal vez pensará en mi, si tal vez esa semi sonrisa que esboza al dormir es por que nota que estoy aquí, observando en furtivo silencio, y le complace que vele sus sueños. Me regaño a mi misma -”Anda tonta, vuelve a casa, tienes algo que terminar”. Pero mi mente se niega a regresar, -”Diez minutos mas, sólo diez, te lo ruego”. Y allí sigo, mirándole dormir, incapaz de de marcharme, deseando poder posarme a su lado y darle un beso sobre los párpados cerrados, beso suave como aleteo de mariposa, no quiero despertarlo, quizá dejar sobre su almohada una simple rosa, me río ante la ocurrencia, -”Que sea negra, así sabrá que es tuya”. -”Anda tonta, vuelve a casa, tienes algo que terminar”. Salto del quicio y cruzo la ventana, aún vuelvo la vista atrás una vez mas, quiero grabar en mi mente su imagen dormida, me gusta tanto verle dormir.

Abro los ojos, el te ya está frío en mis manos, lo dejo a un lado, releo el poema, no, decididamente hoy no estoy inspirada, mejor me voy a dormir, mañana lo termino. Me acuesto en mi cama, fría de ausencia, de su ausencia, y cierro los ojos para intentar dormirme, noto como el sueño me vence poco a poco y susurro:”dulces sueños mi señor, donde sea que te lleven”

lunes, 12 de enero de 2009



Estoy sentada en la arena de la playa, a mi espalda, una pequeña cabaña de troncos situada al final de la arena, aún cubierta por las tinieblas de la noche, que no tardarán en desaparecer, cuando el sol, ya naciente frente a mi, derrama sus cálidos rayos bañándolo todo con su luz. Miro con calma hacia el horizonte, buscando en su fina línea la vela de su barco, se que hoy vendrá a mi, ese presentimiento me despertó antes del alba, estoy convencida que la suave brisa de la noche, me trajo su aroma, como fiel amiga, que me avisa de su llegada. Desde entonces estoy aquí sentada, esperando paciente su regreso, con el corazón alegre por la certeza de volver le a ver.

El sol ya está en lo más alto, casi alcanzando su cenit, sigo aquí, sentada y sola con mi esperanza, esperando, como cada día de mi vida. Cuento las horas que estoy si él, y las marco en la arena, mirando las marcas pienso: “por cada minuto un beso, por cada segundo una caricia”me sonrío ante la idea, y me digo a mi misma, que es una forma de ponerme al día, no quiero que se pierda ningún beso o caricia, por el simple hecho de estar lejos de mi, a fin de cuentas, no existen los días de su ausencia cuando me basta cerrar los ojos para sentirle junto a mi, abrazándome desde atrás, rodeándome con sus brazos, sintiendo su aliento en mi cuello segundos antes de notar la caricia de sus dientes en mi piel, de escuchar su voz junto a mi oído que me nombra, de sentir el calor de sus manos sobre mi piel desnuda, que despierta de su letargo, sedienta de caricias, de sus caricias.

Vuelvo a abrir los ojos, oteo de nuevo el horizonte, ninguna vela que le delate, sólo el mar en su constante vaivén, sigo sentada en la arena, sola con su presencia, por que él está siempre conmigo aunque no le tenga frente a mí, cada pequeño detalle de esta isla, de su isla, me trae su recuerdo. El aire tiene el aroma de su piel, el susurro de las hojas es su voz, las aguas del estanque me invitan a zambullirme en ellas, profundas y tranquilas como sus ojos, la verde hierba me acaricia al tumbarme sobre ella como sus manos.

Me levanto de un salto. ¿Aquél puntito del horizonte es lo que creo que es? ¿o son mis ojos que ven lo que quieren ver? Espero expectante que se acerque. Le rezo a todos los Dioses que conozco para que sea la vela de su barco. Un grito escapa de mis labios, mis manos cubren mi boca, callándola con su gesto, la vela se acerca en línea recta hacia la playa, cada vez mas cerca, mi corazón brinca alocadamente en mi pecho, “ es su vela, es él” repito la frase mentalmente una y otra vez, como si fuera un salmo de agradecimiento a algún Dios bondadoso que quiso escucharme.

El barco atraca a una distancia prudencial de la orilla, veo como un bote es bajado al mar y en su proa, de pie, veo su figura recortada contra el cielo claro del mediodía, cada vez mas cerca, hasta que llega a la orilla y toma tierra de un salto. Yo sigo de pie, callada, expectante, con el corazón latiendo ya como un loco, abre sus brazos y oigo su voz, fuerte y segura, ¿Así es como me recibes boba?”.

Abro los ojos de golpe, ya no hay islam, ni mar, ni barco, sólo la calle que rodea el banco donde le espero sentada, allí, enfrente está él, mirándome con ese gesto medio burlón que tanto me gusta, me levanto de un salto y corro hacia él, me refugio en la seguridad de sus brazos y me dejo llevar por la pasión de sus besos, por el ardor de sus caricias, y rindo mi cuerpo contra el suyo, pues ya estoy en casa, en la única patria que adoro y deseo.
Tras mucho pensarlo, aquí estoy, se bienvenido visitante, pasa y acomodate en mi rinconcito.
besos