domingo, 18 de enero de 2009



Con la mirada perdida en un horizonte indefinido, miraba distraidamente el discurrir monótono de edificios grises, calle tras calle, apenas eran diferentes una de otras, unas, estrechas, en semipenumbra, daban paso a una gran avenida iluminada con grandes farolas. Se arrellanó un poco mas en el asiento del taxi, cruzando distraidamente sus piernas, sin importarle que la escueta falda dejara poco a la imaginación del conductor que la miraba de hito en hito desde el espejo retrovisor del coche.

Un suave suspiro escapó de sus labios al releer de nuevo el pequeño papelito arrugado y desarrugado, ya no sabía cuantas veces esa misma noche, a su mente volvieron las imágenes de apenas unas horas antes, cuándo al salir del trabajo se fue con un par de compañeras a tomar algo a la pequeña cafetería, antes de volver a casa. Le pareció ver por el rabillo del ojo una figura conocida, y giró la cabeza hasta que se encontró con aquella mirada seria dirigida directamente a ella, le dirigió una de sus mejores sonrisas al reconocerle, pero él se limitó a girar la cabeza hacia su interlocutor y a seguir bromeando con él como si no la hubiera visto. Intentó sin éxito seguir la conversación de sus compañeras, los ojos traicionaban una y otra vez a su mente volviendo disimuladamente al lugar donde se encontraba el hombre, ni una sola vez volvieron a cruzarse sus miradas.

Estaba terminado de reunir el valor que le quedaba para levantarse, plantarse delante de la mesa y saludarle directamente, a ver si todavía seguía ignorándola de la misma manera, buscando una escusa mínimamente creíble con que abordarle, cuando vio que se levantaba y se dirigía a la barra del local, abonaba su cuenta y salía por la puerta sin dirigirle una sola mirada.

Se concentró en el café, mirando su reflejo distorsionado en el negro líquido, cuando el camarero hizo ademán de retirarle la taza, alzó la mirada y se encontró con la sonrisa del muchacho, que le decía amablemente que el caballero que acababa de salir la invitaba a otro café, por que estaba seguro que el que tenía ya estaba frío. Permitió que le cambiaran el servicio con un suspiro y se dispuso a tomar su nueva bebida, casi se le cae de entre los dedos al ver el papelito que se escondía entre el platillo y la taza.

Arrugó de nuevo el papel en la palma de su mano, una simple dirección escrita en tinta negra, una hora de encuentro y un escueto: “Se puntual, no pienso esperarte”. Volvió a mirar a través de la ventanilla del coche distraidamente, cuando este paró junto a una de las aceras, abonó la carrera y se dirigió presurosa hacia el lugar indicado, mirando su reloj nerviosa, llegaba tres minutos tarde y sabía que no la esperaría.

Llegó al fin a la dirección y distinguió la luz que iluminaba la puerta flanqueada por una reja de hierro, forjado en caprichosas formas, se quedó ante la puerta sin saber que hacer, si llamar y entrar para esperar dentro o quedarse en la acera esperando su llegada.

Decidiendo aún que hacer, oyó la voz conocida a su espalda, que le espetaba un seco:-”Llegas tarde”. Se giró comenzando una disculpa que murió en sus labios al verle indolentemente recostado contra la pared, haciéndole señas con la mano de que se acercara. Se quedó plantada ante él, callada, mirando la punta de sus zapatos.

Notó su mano tomándola del pelo bruscamente y empujándola contra la pared, aplastando contra ella sus pechos y su cara, sintiendo el frío de la piedra en su piel. Otro tajante:-”No te muevas”.Sintió que llevaban sus muñecas a la espalda y el conocido roce de una cuerda inmovilizándolas allí, un escalofrío le recorrió la espalda al notar el tibio aliento sobre su cuello desnudo en una muda caricia, al notar sus manos ardientes, recorriendo cada centímetro de piel expuesta, subiendo lentamente por sus piernas, enfundadas en finas medias negras. Se sobresaltó al notar sobre su cadera el frío inesperado de una hoja de metal, acariciando la piel suavemente, en movimientos lentos y calculados, cerró los ojos al notar como cortaba una a una las finas tiras del tanga que apenas lograba cubrirla, entreteniéndose en formas dibujos imaginarios sobre su piel en el camino de una a la otra. Un beso apenas rozándole la nuca le hizo comprender que él estaba satisfecho. La afilada navaja recorrió sus brazos lentamente hacia arriba, terminando de la misma manera con las tiras de su sujetador, una a una, dibujando nuevas formas sobre su espalda.

Un:”Vamos” la sacó de sus pensamientos, buscando su mirada por primera vez en la noche, desviándola hacia la puerta cerrada,-”¿En serio pensaba hacerla entrar así en aquel lugar?”. Él pareció leer sus pensamientos y le susurró al oído:-”Elige, o entras por tu pie, o entrarás de todas formas no me importa como. ¿Y bien?”. Ella bajó nuevamente la mirada y asintió sin medir palabra, dejándose guiar hasta la puerta de entrada. No quiso levantar los ojos cuando abrieron la puerta, musitó un apenas audible “Buenas noches” al cruzarla, no quería ver las miradas que intuía que se posarían en ella al verla entrar así, prefería no ver. La guiaron por la sala, él se sentó en un mullido sofá y le indicó que se sentara en el suelo junto a sus pies. Dudó por un momento, pero así lo hizo.

Llevaba un rato, sintiendo su cara arder, imaginando lo que podía pasar a su alrededor, sin atreverse a levantar la mirada, cuando le pareció escuchar un firme taconeo sobre el piso, seguido de un suave tintineo, “¿Cascabeles?” pensó, alzó ligeramente la mirada y vio a una mujer completamente vestida de negro, caminando con paso seguro por la sala, tras ella, caminando de rodillas, una chica morena, totalmente desnuda, sólo adornada con un collar rojo al cuello, con una correa del mismo color, sujetada firmemente por la mano de la mujer, la miró y con una dulce sonrisa le guiñó un ojo al pasar frente a ella. Alzó de nuevo la mirada y se encontró con otra que le correspondía divertida. Él, inclinándose levemente para acariciarle el pelo, le susurró:-”Dónde creías que te había llevado?”y volviéndose a recostar en el sofá, dejó escapar una suave risa.

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